Convertir la coyuntura del desabastecimiento en debate popular y organización
socioproductiva
Por: Andrés
Avellaneda
Aporrea
Nota de Aána Erëparu: En esta nueva
coyuntura de “desabastecimiento de mercancías agroalimetarias” el siguiente
artículo cobra vigencia.
Considerando que el actual
momento sociopolítico es un momento determinante en el cual luchamos o
extraviamos el proceso revolucionario, hemos decidido empezar a republicar aportes
que fueron escritos y publicados años atrás.
Este artículo compartido en febrero
de 2008 en aporrea; aún cuando contenga conceptos que el propio autor
cuestiona hoy en día como: “Agricultura Sustentable” en vez de “Agricultura
Indocampesina” como la define ahora Avellaneda. Vale la pena leerlo a la postre
de una etapa del proceso… ¿seríamos un poco más independientes?
Si decidimos involucrarnos en la construcción del socialismo,
debemos entonces comenzar un proceso de profundo análisis y ruptura con la
cultura del modelo de dominación capitalista, no solo en lo colectivo sino en
lo individual, pues de lo contrario nos convertimos en predicadores de
mensajes, valores y sacrificios para que sean asumidos y practicados por otros.
Los que andamos en procesos reflexivos y de cuestionamiento del
capitalismo con su cultura de la explotación, máxima ganancia, extracción,
consumismo, patrones de consumo, hábitos alimenticios importados e
institucionalizados de “mercancías alimenticias”,debemos contribuir a poner
en evidencia la dominación que subyace en nuestra alimentación.
En el capitalismo, los bienes de consumo alimenticios
provenientes del procesamiento agroindustrial son concebidos para la
generación de ganancias y acumulación del capital para sus dueños, sin importar
el acceso, la disponibilidad y menos la calidad en términos de nutrición e
inocuidad a la salud humana.La agroindustria a través de los medios de
difusión de comerciales y la penetración de la educación formal en todos sus niveles
y sectores profesionales como médicos, nutricionistas, ingenieros agrónomos,
médicos veterinarios, técnicos y científicos han amarrado a los consumidores y
a la institucionalidad, al consumo y producción de sus mercancías, sin
importar la calidad de los nutrientes que aporten, ni los residuos nocivos a la
salud pública provenientes del procesamiento de las materias primas.
Ejemplos de lo planteado lo vemos en el proceso
agroindustrial del maíz, aceites (tanto de maíz como de otras oleaginosas),
arroz, pollos, cerdos, leche. Veamos el caso del maíz. El modelo
agroindustrial convierte a productores venezolanos en simples proveedores de
materias primas (el grano entero con todos sus nutrientes) a
la agroindustria. La agroindustria a este cereal lo fragmenta o lo
descompone en subproductos para la elaboración de una serie de mercancías como
aceite, hojuelas de maíz, nepe, almidón, desechos para la industria animal y
“el bagazo” resultante lo comercializa como “harina de maíz precocida” siendo
realmente harina de restos de maíz precocida. Como se observa lo
importante no es aportar nutrientes para cubrir las necesidades del género
humano como lo plantea el socialismo, sino extraer la mayor ganancia posible. Esta
“mercancía desnutrida” la venden casi a tres veces del precio que pagan por el
grano de maíz entero, además de las ganancias provenientes de la separación de
los principios nutritivos (carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas y
minerales) que se venden como subproductos por separado.
En la construcción del socialismo debemos hacer esfuerzos por
no reproducir esta inhumana concepción; a sabiendas de lo difícil que
es superar la colonización alimentaria agroindustrial en el pueblo, las
instituciones y los dirigentes; pero debemos comenzar a emanciparnos
de esta dominación.
La coyuntura alimentaria actual se puede caracterizar
fundamentalmente por fallas de abastecimiento en mercancías provenientes del
procesamiento agroindustrial como la harina de maíz, arroz, leche, pollos,
huevos, aceites; control casi absoluto de la infraestructura agroindustrial en
manos de empresarios en su mayoría comprometidos con los planes de
desestabilización, así como buena parte de la cadena agroproductiva; un
importante contrabando de extracción; una red de distribución pública que se
dejó permear por la corrupción para así justificar la penetración de grandes
redes de “súper” en el negocio, no solo con sus mercancías sino en sus
funciones, es decir la distribución. Adicionalmente se han creado
círculos sumamente interesados en la importación de los productos faltantes. El
gobierno ha seguido financiando mayoritariamente planes de siembra de las
materias primas requeridas por esa agroindustria implantada en la cuarta
república, mientras desarrolla una estrategia de romper con el
monopolio agroindustrial, en el caso del maíz, mediante la construcción de
plantas procesadoras de maíz a través del convenio Venezuela-Irán. Por
otro lado ha venido tímidamente haciendo aportes a una agricultura alternativa
y casi nada en materia formativa.
El problema del abastecimiento a mi modo de ver, no solo debe
ser abordado como un pugilato entre gobierno – oposición: “falta tanto
(oposición), traigo tanto (gobierno)” haciendo el juego a los propietarios
agroindustriales manteniendo a la población dominada y cercada con el consumo
de sus mercancías.
Si utilizamos la coyuntura para avanzar en el cuestionamiento
del modelo capitalista agroindustrial, cuestionar sus mercancías, cómo y con
qué se producen; cómo las procesan, qué utilizan y qué resulta de ese
procesamiento; cuáles son sus efectos sobre la salud pública y ambiental; cómo
es su estructura de dominación, cómo absorbe gran parte de las
prácticas socioculturales alimentarias; cómo se subsidia, socialmente
quienes son los fabricantes y de quién dependen, es decir convirtamos
la coyuntura en un gran debate popular, que sirva para aumentar la
conciencia política ideológica de nuestro pueblo desenmascarando la esencia de
la dominación agroindustrial con sus mercancías. Abramos el debate del maíz,
arroz, aceite, leche, pollos, huevos, cerdos.
Por otro lado, aprovechemos el momento para contraatacar
socialmente, impulsando un tejido de redes socioproductivas
campo-ciudad, el vecino como productor, proveedor, procesador; organizando
socialmente la producción sobre la base de la formación político ideológica
contextualizada con hábitos alimenticios propios; desarrollando la
Agricultura Sustentable, utilizando recursos como los de la Misión Ciencia en
la innovación tecnológica socialmente apropiable y apoyando tecnólogos
populares, facilitando la capacidad industrial instalada y por instalar del
estado. En la práctica cultural de nuestro pueblo estos planteamientos son una
realidad invisibilizada por la academia e institucionalidad.
La elaboración social y comercial de arepas de maíz pilao o
pelao, son un ejemplo sabroso de ruptura con el modelo y la cadena
agroproductiva impuesta. Asumirlo implicaría un proceso de rompimiento popular
con el patrón agroindustrial de la arepa “blanquita, livianita,
suavecita, redondita, ….y envenedadita, desnutridita” por una arepa “grisácea,
rústica, con bordes irregulares,….pero sabrosa, con altos contenidos en fibras,
con todos sus nutrientes, sin químicos y con dividendos sociales”.
Adicionalmente, organizar al pueblo sobretodo citadino en un gran
voluntariado de brigadistas para el control inflacionario de los productos y de
ilícitos contra el abastecimiento alimentario, encargando al pueblo del nivel
de detallista y el gobierno de los grandes empresarios, en una
verdadera unión pueblo gobierno. Esta participación popular debe tener
contenido teórico, formativo y punitivo es decir que el pueblo conozca sobre
los alimentos, la dominación alimenticia, etc., forme a las comunidades y
participe también en la sanción contra los especuladores y acaparadores,
dejando ser simples reportadores de delitos.
La estrategia de romper el monopolio agroindustrial con más
modelo agroindustrial, es decir con más plantas procesadoras de maíz
produciendo la misma mercancía, posiblemente es un cómodo mal necesario en la
actual coyuntura, sobretodo para atender el consumo de las grandes ciudades, pero estirará
la arruga del problema de fondo. Según lo señalado, desenmascarando y
desmontando el negocio agroindustrial, quizás de las 20 plantas a instalar al
menos 10 cambien hacia la elaboración de productos con concepción socialista
basados no en la presentación, su color, su forma; imitando el producto
impuesto; sino con base a sus aportes para la satisfacción de las necesidades
nutricionales y sociales de nuestro pueblo, de modo que el producto sea una
arepa con todos sus principios nutritivos, que nutra y no dañe, es decir que
siga el patrón de la arepas de maíz pelao o pilao.
Se está en pleno conocimiento de que lo planteado aquí no es
de la noche para la mañana, saliendo al paso al tradicional subterfugio de la
flojera intelectual, del temor al cambio de los niveles de decisión y que le
echan su culpa al pueblo; del cerco agroindustrial en las instituciones; de la resistencia al
cambio de los funcionarios heredados; pero hay que comenzar a revisar,
rectificar y reimpulsar las políticas alimentarias retomando y perfeccionando
el ejercicio endógeno de nuestro pueblo, que está ahí, que funciona, que es
realidad y no lo vemos o no lo queremos ver.
andresavellaneda42@yahoo.com