domingo, 30 de junio de 2013

La comida no se tira

La comida no se tira


Marta González Borraz
Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.

Cerca de un tercio de los alimentos producidos cada año para el consumo humano acaba en el cubo de la basura. Se desperdician 1.300 millones de toneladas mientras 1.000 millones de personas pasan hambre cada día. Es la paradoja de la sociedad del despilfarro. Europa y Estados Unidos se abastecen del doble de alimentos que son necesarios para cubrir las necesidades de sus poblaciones. Según cálculos de Intermon Oxfam, en los países enriquecidos se despilfarra casi la mitad de lo que se produce.

Se trata de un modelo de crecimiento que obliga a consumir cada día más y más rápido. Junto con los malos hábitos de consumo generalizados y la superproducción, esto provoca que derrochemos toneladas de productos y se tenga que prestar ayuda alimentaria a los países empobrecidos. A las consecuencias morales se suma el desaprovechamiento de recursos y el perjuicio que causa al medioambiente.

Los desperdicios por el despilfarro alimentario se reparten entre instituciones públicas, hogares, y cadenas de producción y distribución. Los consumidores nos dejamos llevar por las ofertas 2X1 y adquirimos el doble de productos sin necesitarlos, lo que unido al límite de consumo impuesto por la fecha de caducidad provoca que tiremos cada año decenas de kilos de alimentos. En hospitales y colegios públicos el desecho de comida en perfecto estado es producto de malas previsiones a la hora de prepararla.

En la producción y distribución se concentra el mayor volumen de comida desperdiciada. Las frutas y hortalizas son los alimentos con la tasa más alta de desaprovechamiento, ya que las grandes marcas imponen estrictas condiciones a los agricultores. Éstos producen más de lo que se va a consumir por miedo a quedarse sin la cuota exigida. Además, impera la estética por encima de la calidad, por lo que los agricultores deben desechar aquellos productos que presenten algún desperfecto externo, aunque el interior sea bueno.

El desperdicio se produce también en otros sectores como la pesca. La FAO calcula que en torno al 30% de las capturas se devuelven muertas al mar. Los pescadores se ven forzados a tirarlas por la borda si sobrepasan el cupo diario de pesca permitido por la Unión Europea, ya que la técnica utilizada es el arrastre, en la que se emplea una red que barre el fondo del mar y captura todo lo que encuentra a su paso. Además, el pescado que no se vende en las lonjas acaba en el contenedor. Los supermercados también desechan cada día comida en perfecto estado. En los cubos de basura, a la salida del establecimiento, sobresalen productos a los que les quedan días para caducar debido a la carrera con la competencia por la frescura de los alimentos. Todo lo que no sea atractivo para el consumidor se despilfarra.

A pesar de ello, sólo el 20% de los supermercados en España cuentan con un acuerdo de colaboración con entidades solidarias y les dan la comida que retiran que aún se puede consumir. Varias organizaciones exigen un cambio y denuncian la indiferencia del Gobierno ante el problema. En Francia se han desarrollado ya varias iniciativas que pretenden redistribuir los alimentos desechados por las grandes cadenas y ofrecérselos a quienes no se los pueden permitir. Les Paniers de la Mère es una federación de asociaciones que recupera el pescado que se va a despilfarrar y lo limpia y prepara para donarlo a los Bancos de Alimentos, además de promover la inserción de personas sin empleo. Otra alternativa es La Tente des Glaneurs, un grupo de voluntarios que cada domingo organiza un mercado al que se acercan personas sin recursos para recibir de forma gratuita los alimentos que iban a ser desperdiciados por los supermercados.

No son soluciones definitivas, pero de momento sirven de paliativo. Educar al consumidor y que el Estado se involucre son medidas fundamentales. Pero mientras tanto, alternativas como éstas evitan que millones de toneladas de alimentos acaben en los contenedores, y luchan contra el hambre y la vergüenza de derrochar comida mientras millones de personas en el mundo rebuscan en los cubos de basura.

Marta González Borraz
Periodista
Twitter: @CCS_Solidarios

Twitter: @CCS_Solidarios




Tríptico - Guerra económica en Venezuela: del boicot al consumo responsable

Guerra económica en Venezuela: del boicot al consumo responsable

Tríptico realizado por el colectivo Trueke Caracas planteando alternativas en el contexto de la guerra económica que vive Venezuela.

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Reprodúcelo

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El boicot

El Boicot


Garay, Ane
OMAL

El boicot es una práctica organizada que consiste en negarse a comprar, vender o mantener cualquier otra forma de relación comercial o de otra índole con una empresa o institución a la que se responsabiliza de actividades moralmente reprobables. Se trata de una medida de presión para que dicha entidad cese aquellas de sus prácticas que violan los derechos humanos o que tienen probados impactos sociales, laborales, económicos o medioambientales.

Las campañas de boicot se consideran iniciativas de resistencia no violenta que pueden plantearse a corto o medio plazo, y que persiguen objetivos concretos. A lo largo de la historia, esta estrategia ha sido utilizada por una amplia diversidad de actores, como gobiernos, sindicatos, movimientos sociales y organizaciones internacionales, y ha sido dirigida a presionar principalmente a estados y empresas.

Boicot contra las EMPRESAS TRANSNACIONALES
En las iniciativas de resistencia contra las empresas multinacionales, las estrategias de boicot han tenido un papel relevante desde los años setenta, momento en que se produjo la primera campaña contra la transnacional suiza Nestlé, a quien se acusó de fomentar el consumo de su leche en polvo en países empobrecidos donde la mayoría de la población no tiene acceso a fuentes seguras de agua. Lo que tuvo como consecuencia la mayor vulnerabilidad de la población, especialmente infantil, a enfermedades gastrointestinales. Hoy en día, el llamamiento contra esta empresa agroalimentaria continúa activo, ya que la compañía es acusada de múltiples conculcaciones de derechos sociales, políticos y ambientales, como prácticas antisindicales y violaciones de los derechos humanos en Colombia.

Un segundo boicot emblemático contra una transnacional es el que comenzó en los años ochenta contra la multinacional química estadounidense Union Carbide, hoy filial de Dow Chemical. En 1984 se produjo una fuga masiva de gases altamente tóxicos de su planta de producción de pesticidas en Bhopal (India) que acabó con la vida de cerca de 15.000 personas y que se estima que aún hoy tiene secuelas en la salud de otras 100.000. A pesar de que la compañía fue declarada culpable, esta negó y eludió toda responsabilidad sobre el vertido. La llamada al boicot sigue viva y organizaciones de la comunidad hindú del Reino Unido y otros activistas presionaron contra el patrocinio de los Juegos Olímpicos 2012 en Londres por parte de Dow Chemical.

Otra campaña significativa de boicot internacional contra transnacionales es la que se lleva a cabo contra Coca-Cola, una de las mayores corporaciones estadounidenses. Se ha llamado al boicot desde diversas organizaciones y por diferentes causas: se acusa a la compañía de provocar el desabastecimiento de acuíferos y la contaminación de aguas en localidades en las que tiene plantas de producción, en lugares como México, El Salvador e India y se le atribuye el impulso de políticas de PRIVATIZACIÓN de este recurso. Asimismo, se han denunciado sus actividades antisindicales en Pakistán, Perú, Nicaragua y Rusia. Y se acusa a Coca-Cola de estar implicada en acciones violentas contra dirigentes sindicales de sus plantas embotelladoras en India, Turquía, Guatemala y Colombia, incluyendo el asesinato de más de una decena de personas en estos dos últimos países desde 1980.

Wal-Mart, British Petroleum, Mattel o McDonald’s son otros ejemplos de compañías que han sido boicoteadas por sus implicaciones en la conculcación de derechos humanos, derechos laborales o en graves impactos medioambientales.
 
Existen, sin embargo, organizaciones y campañas de denuncia y presión contra las violaciones de estos derechos que se han posicionado contra el boicot. Concretamente, frente a multinacionales textiles, como Nike o Adidas, que subcontratan la confección de sus productos a empresas maquiladoras, algunas campañas han llamado la atención sobre las posibles consecuencias de este tipo de acción: el boicot sería contraproducente porque estas marcas dejarían de subcontratar la producción en una determinada zona, provocando el cierre de la fábrica y el despido de sus trabajadoras, sencillamente para desplazarla a otro lugar en el que las condiciones laborales no serían necesariamente mejores. Por lo tanto, cobra especial relevancia que en este tipo de campañas haya una buena coordinación con el sector sindical a la hora de valorar los riesgos y el potencial éxito de un boicot.


Boicot para presionar a estados
El boicot contra EMPRESAS TRANSNACIONALES también ha sido un instrumento para castigar su apoyo, consciente o no, a estados que desarrollan políticas racistas, dictatoriales y colonialistas. Así, desde la década de 1980 se pusieron en marcha por todo el mundo campañas de boicot y desinversiones hacia las multinacionales que mantenían relaciones comerciales con el régimen del apartheid en Sudáfrica. La presión llegó a acelerar el fin del régimen segregacionista en 1994, hecho que constituye la victoria más significativa lograda mediante la estrategia de boicot.

Dos llamadas al boicot que beben de la victoria lograda en Sudáfrica son las dirigidas a presionar a la junta militar de Birmania —se boicoteó a las empresas Triumph, Pepsi, Coca-Cola y Chevron, que finalmente salieron del país, y aún hoy a la francesa Total— y al Estado de Israel. Esta última iniciativa, que partió en 2004 de la propia sociedad civil palestina, persigue el fin de la ocupación de Palestina y sus recurrentes violaciones de los derechos humanos: la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) es secundada internacionalmente por numerosas organizaciones que invitan a no consumir productos procesados en los territorios ocupados por el Estado de Israel ni de compañías que inviertan en aquel país.

A modo de conclusión
Las campañas de boicot han demostrado ser eficaces contra compañías que tienen una importante proyección como marca, por su impacto directo en el volumen de ventas, pero sobre todo porque su imagen corporativa queda sensiblemente dañada. Para contrarrestar estas estrategias, empresas como Nike, Dow Chemical, Coca-Cola y Shell, entre muchas otras, invierten millones de dólares en PUBLICIDADe iniciativas de lavado de cara, como la acción social enmarcada en la RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA.


Por último, diversas organizaciones han puesto en marcha campañas para investigar y ofrecer información detallada acerca de las prácticas que atentan contra los derechos humanos en las que incurren ciertas empresas a la hora de fabricar o distribuir sus productos. Su objetivo es que los consumidores y consumidoras dispongan de información detallada que les permita realizar una compra ética. Esto permite, por ejemplo, que instancias públicas como escuelas, universidades y administraciones estén informadas a la hora de elegir proveedores. Sin embargo, el boicot va más allá de una mera elección de consumo responsable y apela a las personas en tanto que sujetos políticos y no sólo en calidad de consumidoras.


jueves, 27 de junio de 2013

MERKADO DE TRUEKE, SÁBADO 29 DE JUNIO

Trueke Caracas invita a su próximo Merkado de Trueke, que se realizará este sábado 29 de junio, desde el mediodía, en el Ateneo Popular Los Chaguaramos (Los Chaguramos, Quinta Alnonorsi, Calle Vargas, entre Av Las Ciencias y Av. Estadio). Á

El Merkado de Trueke es un espacio para compartir e intercambiar solidariamente. Se realizan cada cierto tiempo, aunque la idea es ir conformando un colectivo que practique el Trueke de productos, servicios y saberes de manera permanente, como una forma de vida, como una práctica económica que se base en otros valores distintos a los que plantea la decadente y antiética economía capitalista.


 
En los Merkados de Trueke nos reunimos los Prosumidores y Prosumidoras, los productores-consumidores de esta novedosa, alternativa y humana forma de hacer economía. Allí participamos llevando nuestros productos y servicios, ofreciendo a los demás el fruto de nuestro trabajo, para así obtener de una manera solidaria algunos de los servicios y bienes que normalmente consumimos, con la diferencia de que lo hacemos sin dinero!!

Por lo tanto, es fácil participar e integrarse al Trueke. Te puedes acercar este sábado 29 con cualqueir producto que tu elabores y trabajes, pueden ser productos agrícolas, semillas, alimentos preparados, bebidas, artesanías, artículos de aseo y hogar, manualidades, objetos de arte, carpintería, herrería...El límite es sólo la imaginación!!

Igualmente, estaremos dictando charlas sobre las distintas metodologías para conformar un Sistema de Trueke, pues estamos ya en gestiones para practicar el Trueke de servcios, saberes y productos de una manera permanente y orgánica.

La invitación es abierta para todos y todas aquellas que se quieran acercar. Recuerda también traer alimentos y bebidas para que compartamos también el momento de la alimentación (tipo panes, tortas, dulces, etc). Y trae tu propio plato, taza y cubiertos, pues no propagamos el uso de desechables.

Te esperamos, sábado 29 de junio, 12 m., Ateneo Popular Los Chaguramos

 


martes, 18 de junio de 2013

La falsa y la verdadera arepa

La falsa y la verdadera arepa


Por: Andrés Avellaneda
La Guarura

¿Por cuál arepa deliramos?

La falsa arepa
En Venezuela al implementar la industrialización, el modelo desarrollista capitalista y la cultura eurocéntrica, nos agolpo en las ciudades al 90% de la población, condenándonos a comer falsas arepas, a partir de una falsa harina de maíz precocida, aportadas mayoritariamente por Remavenca del grupo cervecero Polar, desde 1960.

Estos “paladines filantrópicos” adquieren el grano de maíz con todos sus nutrientes y lo van descomponiendo, en una serie de subproductos que son vendidos detalladamente. Les quitan la fibra, el germen (fuente proteica y de grasa) resultando en una harina de restos de maíz, que es comercializada engañosamente, como harina de maíz precocida, siendo casi puro carbohidratos (Ver Convertir la coyuntura del desabastecimiento en debate popular y organización socioproductiva, escrito el 02-02-2008,  (http://www.aporrea.org/actualidad/a50351.html)). Bajo el slogan “Se acabó la piladera”, destruyeron la red sociocultural que nos proveía de arepas, para imponer el “facilismo” dominador de falsa arepa blanca, blanda, uniforme, redonda, rápida, contaminada y desnutrida, que logra saciar el hambre a una persona por máximo 3 horas, implicando más harina, más gasto, más ventas. El sector científico técnico venezolano trabajó al servicio de la agroindustria, para lograr maíces duros que soportaran la mecanización, transporte, ensilado y posterior molienda, lo que hizo que casi se extinguieran los maíces harinosos.

La arepa verdadera   
En Venezuela la cultura de los pueblos originarios lograron mediante selección, diversas razas de maíz entre ellas, los tipos clasificados como harinosos, como el maíz cariaco, llamado por los aborígenes “erepa”, de esta voz cumanagota, proviene la palabra arepa. Estos maíces eran los más comunes entre los pueblos originarios, teniendo como característica que el grano es blando, fácil de fracturar,  ablandan con poco tiempo de cocción en agua, ya que fueron seleccionados para ser procesados por los pueblos con instrumentos sencillos (piedras y fuego). Los originarios moliendo el maíz sobre piedra le quitaban la conchita que recubre al grano, de allí hacían la masa, las arepas y las tostaban en budares, de modo que la mayoría de los nutrientes era ingerido para saciar las demandas nutricionales. Estos maíces harinosos fueron preservados por las comunidades campesinas, quienes adicionaron el  pilón para su procesamiento.

De allí surgen las arepas de maíz pelao y pilao con la mayoría de los nutrientes  contenidos por eso sacian el hambre por 5, 6 horas. De modo que con la falsa arepa hay que consumir y gastar más en adquirir la mercancía agroindustrial desnutrida (Harina).

En el proyecto CARIACO, que tiene por objetivo restaurar e investigar la agricultura campesina y originaria, con su cosmovisión, saberes, haceres, su relacionamiento cósmico, es decir su cultura, inició actividades hace siete años retomando y reintroduciendo el maíz cariaco, desde la producción hasta el consumo, compilando la siguiente experiencia en la realización de arepas de maíz cariaco:

El maíz cariaco se deja remojando de un día para otro, se lleva a hervor y en 30 minutos está absolutamente blando, listo para moler. Con molino de palanca giratoria manual, se muele el maíz, se le agrega un poco de agua, sal al gusto, se amasa, obteniendo una masa con todos los integrantes del grano, se moldean las arepas y van al budare, plancha de cocina o de aluminio. También el maíz en grano sin previo remojo, se hierve estando blando en aproximadamente una hora y en olla de presión en solo 30 minutos, esta listo para moler. El maíz molido se puede dejar en refrigeración, en envase cerrado por más de una semana y en congelador por tiempo indefinido. El maíz así conservado, disminuye su capacidad para formar masa, de modo que se saca de la nevera, se le agrega agua y la mezcla se coloca directo sobre el budare, con un cucharon, dándole forma circular, como si fueran cachapas.  El maíz recién molido si forma masa.

La Propuesta
Desde hace algún tiempo (con algunas variantes), se viene haciendo la propuesta de ir retomando los saberes y haceres culturales alimenticios, restaurando la organización popular que nos hacía comer independiente, sano y sabroso  (Convertir la coyuntura del desabastecimiento en debate popular y organización socioproductiva, escrito el 02-02-2008, (http://www.aporrea.org/actualidad/a50351.html); Ante la hegemonía agroempresarial retomemos nuestros quehaceres alimenticios histórico culturales, publicado el 12-03-2009 (http://www.aporrea.org/actualidad/a74117.html)  . Ha transcurrido el tiempo y los planes golpistas de desabastecimientos con mercancías agroempresariales continúan intactos y acechando. Definitivamente, no esperemos que el gobierno y la tecnocracia desarrollista entienda y considere estos planteamientos.

Hoy día, muchos hogares de la ciudad tienen nevera, olla de presión y hasta ayudante o asistente de cocina eléctrico, de modo que pudieran obtener sus verdaderas y nutritivas arepas (al menos para comenzar). Demandemos a los campesinos de nuevo la crianza de maíz cariaco y pongámonos a criar también todos nuestros cultivos culturales como yuca-casabe, etc. Reforcemos el tejido que ya existe en caseríos, pueblos y ciudades. Junto con el Tejido Socioeducativo Productivo para la Transformación que hace vida en Caracas (Arlenys Espinal, Tibisay Maldonado, Robzayda Marcos, Belkys Guillarte, Juan Briceño, Miguel Ángel Vázquez), el Colectivo C.A.R.I.A.C.O. viene articulando desde hace dos años la reconstrucción de la organización desplazada. Estudiantes de la Facultad de Agronomía en Maracay, han participado desde hace dos años en talleres de Agricultura Indocampesina, dónde aprendieron desde la producción de maíz hasta el procesamiento y consumo de arepas. En patios productivos estimulados en El Limón en Maracay, avanzamos en la retoma de la yuca en casa, escuelas, ancianatos, así como con comunidades y colectivos campesinos en Lara, Aragua, Guárico, Miranda.

Sólo la organización y conciencia del pueblo salvan al pueblo.

miércoles, 12 de junio de 2013

SEGUNDO FESTIVAL DE IDEAS PRODUCTIVAS



 El Festival de Ideas Productivas es un espacio formativo sustentado en el intercambio de saberes. Ser Prosumidor o Prosumidora es asumirnos y reconocernos con la capacidad no sólo de consumo sino también de producción.

En este Segundo Festival se realizarán varios Talleres, para potenciarnos como Prosumidores/as, y que todas y todos reconozcamos los saberes y servicios que podemos aportar, para la creación y consolidación de un sistema económico en el reconocimiento de nuestras necesidades y no en lo que el mercado nos  invita a consumir.

Los talleres que ofreceremos serán:
1. Producción de bolsos y accesorios con material de reciclaje (pancartas).
2. Elaboración de jabón artesanal.
3. Elaboración de abonos orgánicos.
4.
Herramientas para ser un ciclista urbano en Caracas (Movimiento Revolucionario de Ciclistas Urbanos).
5. Muestra sobre Agricultura Urbana (Colectivo Mi Conuco 86).
6. Taller de expresión infantil.
7. Charla sobre Monedas Complementarias, Sistemas de Crédito Mutuo, Bancos de Tiempo y diferentes alternativas contemporáneas al dinero tradicional (Trueke Caracas).
8. Charla sobre la cadena textil.
Todos estos Talleres y Charlas se estarán ofreciendo simultáneamente desde las 2 pm.

Como este Festival es de construcción colectiva, debes traer comida para compartir (frutas, panes, tortas, y en general alimentos y bebidas preparadas).

Además de  materiales para trabajar:

· Bandejas plásticas, botellas de plástico de dos y de cinco litros, guacales y paletas.
· Pancartas o pendones de vinil.
· Marcadores permanentes, pinturas acrílicas o spray para pintar los bolsos y accesorios (Taller 1).

 Y si quieres trae lo que consideres apropiado para Truekear!!

Confirma por esta vía que quieres asistir y con qué materiales puedes apoyar.
Ya sabes, sábado 15 de junio, 2 pm, Ateneo Popular Los Chaguaramos (ver mapa adjunto).
Asiste y ayudános a difundir esta convocatoria!!!
Invita:
Trueke Caracas

lunes, 3 de junio de 2013

Convertir la coyuntura del desabastecimiento en debate popular y organización socioproductiva

Convertir la coyuntura del desabastecimiento en debate popular y organización socioproductiva


Por: Andrés Avellaneda
Aporrea

Nota de Aána Erëparu: En esta nueva coyuntura de “desabastecimiento de mercancías agroalimetarias” el siguiente artículo cobra vigencia.

Considerando que el actual momento sociopolítico es un momento determinante en el cual luchamos o extraviamos el proceso revolucionario, hemos decidido empezar a  republicar aportes que fueron escritos y publicados años atrás.

Este artículo compartido en  febrero de 2008 en aporrea; aún cuando contenga conceptos  que el propio autor cuestiona hoy en día como: “Agricultura Sustentable” en vez de “Agricultura Indocampesina” como la define ahora Avellaneda. Vale la pena leerlo a la postre de una etapa del proceso… ¿seríamos un poco más independientes?



Si decidimos involucrarnos en la construcción del socialismo, debemos entonces comenzar un proceso de profundo análisis y ruptura con la cultura del modelo de dominación capitalista, no solo en lo colectivo sino en lo individual, pues de lo contrario nos convertimos en predicadores de mensajes, valores y sacrificios para que sean asumidos y practicados por otros. Los que andamos en procesos reflexivos y de cuestionamiento del capitalismo con su cultura de la explotación, máxima ganancia, extracción, consumismo, patrones de consumo, hábitos alimenticios importados e institucionalizados de “mercancías alimenticias”,debemos contribuir a poner en evidencia la dominación que subyace en nuestra alimentación.

En el capitalismo, los bienes de consumo alimenticios provenientes del procesamiento agroindustrial son concebidos para la generación de ganancias y acumulación del capital para sus dueños, sin importar el acceso, la disponibilidad y menos la calidad en términos de nutrición e inocuidad a la salud humana.La agroindustria a través de los medios de difusión de comerciales y la penetración de la educación formal en todos sus niveles y sectores profesionales como médicos, nutricionistas, ingenieros agrónomos, médicos veterinarios, técnicos y científicos han amarrado a los consumidores y a la institucionalidad, al consumo y producción de sus mercancías, sin importar la calidad de los nutrientes que aporten, ni los residuos nocivos a la salud pública provenientes del procesamiento de las materias primas.

Ejemplos de lo planteado lo vemos en el proceso agroindustrial del maíz, aceites (tanto de maíz como de otras oleaginosas), arroz, pollos, cerdos, leche. Veamos el caso del maíz. El modelo agroindustrial convierte a productores venezolanos en simples proveedores de materias primas (el grano entero con todos sus nutrientes) a la agroindustria. La agroindustria a este cereal lo fragmenta o lo descompone en subproductos para la elaboración de una serie de mercancías como aceite, hojuelas de maíz, nepe, almidón, desechos para la industria animal y “el bagazo” resultante lo comercializa como “harina de maíz precocida” siendo realmente harina de restos de maíz precocida. Como se observa lo importante no es aportar nutrientes para cubrir las necesidades del género humano como lo plantea el socialismo, sino extraer la mayor ganancia posible. Esta “mercancía desnutrida” la venden casi a tres veces del precio que pagan por el grano de maíz entero, además de las ganancias provenientes de la separación de los principios nutritivos (carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas y minerales) que se venden como subproductos por separado.
En la construcción del socialismo debemos hacer esfuerzos por no reproducir esta inhumana concepción; a sabiendas de lo difícil que es superar la colonización alimentaria agroindustrial en el pueblo, las instituciones y los dirigentes; pero debemos comenzar a emanciparnos de esta dominación.

La coyuntura alimentaria actual se puede caracterizar fundamentalmente por fallas de abastecimiento en mercancías provenientes del procesamiento agroindustrial como la harina de maíz, arroz, leche, pollos, huevos, aceites; control casi absoluto de la infraestructura agroindustrial en manos de empresarios en su mayoría comprometidos con los planes de desestabilización, así como buena parte de la cadena agroproductiva; un importante contrabando de extracción; una red de distribución pública que se dejó permear por la corrupción para así justificar la penetración de grandes redes de “súper” en el negocio, no solo con sus mercancías sino en sus funciones, es decir la distribución. Adicionalmente se han creado círculos sumamente interesados en la importación de los productos faltantes. El gobierno ha seguido financiando mayoritariamente planes de siembra de las materias primas requeridas por esa agroindustria implantada en la cuarta república, mientras desarrolla una estrategia de romper con el monopolio agroindustrial, en el caso del maíz, mediante la construcción de plantas procesadoras de maíz a través del convenio Venezuela-Irán. Por otro lado ha venido tímidamente haciendo aportes a una agricultura alternativa y casi nada en materia formativa.

El problema del abastecimiento a mi modo de ver, no solo debe ser abordado como un pugilato entre gobierno – oposición: “falta tanto (oposición), traigo tanto (gobierno)” haciendo el juego a los propietarios agroindustriales manteniendo a la población dominada y cercada con el consumo de sus mercancías.

Si utilizamos la coyuntura para avanzar en el cuestionamiento del modelo capitalista agroindustrial, cuestionar sus mercancías, cómo y con qué se producen; cómo las procesan, qué utilizan y qué resulta de ese procesamiento; cuáles son sus efectos sobre la salud pública y ambiental; cómo es su estructura de dominación, cómo absorbe gran parte de las prácticas socioculturales alimentarias; cómo se subsidia, socialmente quienes son los fabricantes y de quién dependen, es decir convirtamos la coyuntura en un gran debate popular, que sirva para aumentar la conciencia política ideológica de nuestro pueblo desenmascarando la esencia de la dominación agroindustrial con sus mercancías. Abramos el debate del maíz, arroz, aceite, leche, pollos, huevos, cerdos.

Por otro lado, aprovechemos el momento para contraatacar socialmente, impulsando un tejido de redes socioproductivas campo-ciudad, el vecino como productor, proveedor, procesador; organizando socialmente la producción sobre la base de la formación político ideológica contextualizada con hábitos alimenticios propios; desarrollando la Agricultura Sustentable, utilizando recursos como los de la Misión Ciencia en la innovación tecnológica socialmente apropiable y apoyando tecnólogos populares, facilitando la capacidad industrial instalada y por instalar del estado. En la práctica cultural de nuestro pueblo estos planteamientos son una realidad invisibilizada por la academia e institucionalidad.

La elaboración social y comercial de arepas de maíz pilao o pelao, son un ejemplo sabroso de ruptura con el modelo y la cadena agroproductiva impuesta. Asumirlo implicaría un proceso de rompimiento popular con el patrón agroindustrial de la arepa “blanquita, livianita, suavecita, redondita, ….y envenedadita, desnutridita” por una arepa “grisácea, rústica, con bordes irregulares,….pero sabrosa, con altos contenidos en fibras, con todos sus nutrientes, sin químicos y con dividendos sociales”.


Adicionalmente, organizar al pueblo sobretodo citadino en un gran voluntariado de brigadistas para el control inflacionario de los productos y de ilícitos contra el abastecimiento alimentario, encargando al pueblo del nivel de detallista y el gobierno de los grandes empresarios, en una verdadera unión pueblo gobierno. Esta participación popular debe tener contenido teórico, formativo y punitivo es decir que el pueblo conozca sobre los alimentos, la dominación alimenticia, etc., forme a las comunidades y participe también en la sanción contra los especuladores y acaparadores, dejando ser simples reportadores de delitos.


La estrategia de romper el monopolio agroindustrial con más modelo agroindustrial, es decir con más plantas procesadoras de maíz produciendo la misma mercancía, posiblemente es un cómodo mal necesario en la actual coyuntura, sobretodo para atender el consumo de las grandes ciudades, pero estirará la arruga del problema de fondo. Según lo señalado, desenmascarando y desmontando el negocio agroindustrial, quizás de las 20 plantas a instalar al menos 10 cambien hacia la elaboración de productos con concepción socialista basados no en la presentación, su color, su forma; imitando el producto impuesto; sino con base a sus aportes para la satisfacción de las necesidades nutricionales y sociales de nuestro pueblo, de modo que el producto sea una arepa con todos sus principios nutritivos, que nutra y no dañe, es decir que siga el patrón de la arepas de maíz pelao o pilao.

Se está en pleno conocimiento de que lo planteado aquí no es de la noche para la mañana, saliendo al paso al tradicional subterfugio de la flojera intelectual, del temor al cambio de los niveles de decisión y que le echan su culpa al pueblo; del cerco agroindustrial en las instituciones; de la resistencia al cambio de los funcionarios heredados; pero hay que comenzar a revisar, rectificar y reimpulsar las políticas alimentarias retomando y perfeccionando el ejercicio endógeno de nuestro pueblo, que está ahí, que funciona, que es realidad y no lo vemos o no lo queremos ver.


andresavellaneda42@yahoo.com


Alguna vez fuimos de maíz

De cómo el capitalismo nos arrebató lo que casi fue nuestra cultura
Alguna vez fuimos de maíz


José Roberto Duque
Tracción de sangre

Especie de complemento de aquel otro artículo: 
Puerde leerse también en la revista Épale Ccs Nro 31 http://www.ciudadccs.org.ve/?cat=430


A finales de 2011 visité el Complejo Agroindustrial José Inacio Abreu e Lima, allá en Anzoátegui. Trabajaba entonces para el Instituto Nacional de Desarrollo Rural, y se suponía que había buenas noticias para difundir; por ejemplo, que estaban por cosecharse las primeras 12 mil hectáreas de soya, una leguminosa que no es de por estos lados (tranquilos: el mango y el arroz tampoco lo son y la gente los cree o los considera autóctonos, nomás porque caen bien). Bastante se ha hablado sobre la devastación de los frágiles suelos de la mesa de Guanipa. También sobre el dato insólito de que en pocos años ya no serán 12 mil sino 32 mil las hectáreas de soya por sembrar (por cierto que le conté esto a un brasileño, y el hombre, después de mirarme con lástima, se me rió en la cara: en su país ya rebasaron el millón de hectáreas de sembradíos). Así que, morboso y malintencionado como me criaron, comencé a fijarme en otra dimensión del fenómeno: el dato sociocultural adjunto al hecho económico-productivo. Como es de esperarse, en ese complejísimo complejo trabajan personas que, en su mayoría, viven cerca de las instalaciones. Muchas de esas personas pertenecen a la etnia Kariña, y uno las ve allí desempeñando labores de vigilancia, limpieza; algunos son operadores de maquinaria. Allí están, orgullosos de sus uniformes, de sus carnets, de sus radios transmisores; agradecidos por su sueldo y sus cestatiquets. Muchos no hacen en todo el día más que mirar la inmensidad en busca de alguna eventualidad que casi nunca se produce, y eso está bien: de alguna manera hay que pagarles a los pueblos originarios el genocidio de siglos. El momento culminante de la observación sobreviene cuando uno de los compañeros del complejo me informa, todavía más orgulloso que los hermanos kariña, que en esos días unos técnicos del Ministerio de Agricultura y Tierras iban a comenzar a dictar en las comunidades cercanas un taller de cultivo de yuca. Había que hacer una nota de prensa sobre eso.

Los chistes, cuando son malos, hay que explicarlos. Y este chiste es espantosamente cruel, amargo, repulsivo, desesperadamente grave: muy rejodida tiene que haber quedado una cultura; muy desmoralizado y neutralizado tiene que estar un pueblo; muy hondo tiene que estar sepultado el cadáver de un país, para que hayamos llegado al punto en que unos técnicos caraqueños les enseñen a los inventores del casabe cómo se siembra y se cosecha una mata de yuca.


Hablando de yuca
Ese caso es actual y es una muestra microscópica, una maqueta muy pequeña, de cómo nos enyucó el capitalismo como pueblo y como cultura, hasta llegar al momento inaceptable, triste y miserable en que un hijo de la gran puta, el segundo hombre más multimillonario de Venezuela, genere pánico y desasosiego con sólo dar la orden de no distribuir en los puntos de venta la harina pan. Explicación del chiste: un coñoemadre que en su perra vida habrá tocado una maldita mazorca de maíz, nos ha hecho creer a nosotros, los inventores de la arepa, que sin la harina inorgánica esa que mientan “precocida” nos moriremos de hambre. El disparate tiene su origen en un crimen originario, que fue separarnos del país que estábamos a punto de ser, y empujarnos a la imitación forzosa de un país industrial, urbano y cosmopolita que nunca seremos. Puede que echándole mucha bola y sacrificando mucha dignidad a ratos parezcamos neoyorkinos o parisienses, pero nosotros no somos parisienses ni neoyorkinos sino una caricatura de esas ciudadanías. Nosotros teníamos un país apegado a la tierra, a unas tradiciones, muchas de ellas españolas pero por cierto bastante nobles y tiernas, porque estaban dirigidas al vivir y no al enriquecer a un explotador; teníamos un país en el que la gente no tenía vergüenza de sembrar unas matas, levantar una casa y coser unas ropas, pero cuando estalló el boom petrolero y la orden de los dueños de nuestro petróleo fue emigrar en masa hacia las grandes ciudades y convertirnos en urbanos, empezaron a darnos asco todas esas cosas.
En 1929 se publicó una novela llamada “Doña Bárbara”, obra cuya metáfora esencial se nos ha impuesto como emblema de la venezolanidad: hay un ser salvaje por derrotar (el campesino feo, jediondo a humo y a monte, a sudor) y un Santos Luzardo que lo domina (el caraqueño blanco, bien vestido y mejor hablado que no olía a sudor sino a perfume) a punta de civilización y buenos modales. Menos de veinte años después Caracas pasó de 300 mil a un millón de habitantes. El citadino de los años 40 todavía era un campesino pero estaba aprendiendo a vivir conforme a las normas y el ritmo de la ciudad; de esa época data la aparición en el habla popular de dos dichos lamentables: “Aquí, jodido pero en Caracas” y “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”. Entre la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y la Venezuela protourbana de Medina Angarita un Luis Caballero Mejías inventó la fórmula de la harina precocida de maíz, y a los pocos años el derecho de masificar y explotar esta fórmula pasó a las manos de la familia de Lorenzo Mendoza. El negocio del año: cómo hacer desaparecer los vestigios de ruralidad para adaptarse a las necesidades del capitalismo industrial y comercial.


La arepa que no es arepa
Muchos venezolanos, más ingenuos que desinformados, creen que comiéndose una arepa en una arepera en lugar de una hamburguesa en cualquier hamburguesería les están siendo fieles de alguna manera a lo venezolano. Pero el éxito de la harina precocida de maíz es de la misma índole que el de la hamburguesa: ambas son fórmulas que no le sirven a la gente sino al capitalismo. En los años 30 del siglo XX, cuando a los genios de Roosevelt se les ocurrió la idea de preñar de rascacielos a Nueva York y otras ciudades para sacar a EEUU de la Gran Depresión (ser esclavo albañil se puso de moda, pues miles de hombres desempleados se lanzaban a la aventura de pegar bloques, vigas y cabillas por un sueldo miserable, mientras creaban megalópolis de concreto armado) cobró auge el objeto-alimento más exitoso de la centuria: el famoso emparedado, un truco tan sencillo como meter la comida dentro de un pan para efectos de la comodidad y el no tener que bajar 70 pisos de andamios para sentarse a comer (o evitar caerse por andar manipulando platos, cubiertos y vasos en esas altitudes).

Mientras el acto de nombrar al emparedado (o sándwich o hamburguesa) obliga al honesto y correctísimo hecho de referirse al bojote completo, es decir, al pan y a lo que lleva adentro, con la “arepa” de harina precocida se nos ha empujado a una cándida y a la vez monstruosa trampa: uno dice “voy a comerme una arepa”, pero en realidad nadie va a una arepera pensando en zamparse la arepa sola. La arepa pelá y la arepa de maíz pilado sí fueron el bocado nacional por antonomasia y sí puede comerse sin relleno alguno, porque son de maíz y saben a maíz. Pero la arepa de harina precocida no sabe a nada, así que hay que rellenarla con algo que le dé gusto y sentido. Contra lo que dice Empresas Polar, la arepa de harina precocida no es el plato nacional, la vedette de nuestra mesa, la novia esplendorosa, sino de vaina la muchachita que va a tras sosteniéndole el velo.


Hace poco tuve una revelación en una casa en el asentamiento campesino La Chigüira, en Barinas. Después que hubimos comido la gente de la casa trajo el postre; era un plato con tres arepas para compartir entre seis personas. Estaban frías, pero mi media arepa me supo a gloria: por primera vez en mucho tiempo me estaba comiendo media arepa de verdad. Los anfitriones de esa casa (El Mono, Laura) son colombianos.


¿A quién le sirve una “arepa” así?
Lo que llaman “comida rápida” tiene la sospechosa virtud de ahorrarnos tiempo y esfuerzo, y ese es el mismo concepto que se le explota a la harina precocida. ¿A quién se le ahorra tiempo? ¿A usted? Póngase a ver: usted ya no tiene que sembrar, cosechar, sancochar, moler o pilar y amasar el maíz, pero ese tiempo que se ahorra no lo está invirtiendo en usted sino en cumplir con el requisito de la puntualidad. El signo distintivo de la gente que sobrevive en capitalismo es la rapidez; cuando usted sale a las 12 y regresa a la 1:30 se siente satisfecho, no de haber almorzado sino de haberlo hecho antes de que el aparato o persona que le vigila el horario empiece a decir que usted es un irresponsable. Como “el trabajo dignifica” y ser vago es una mancha horrorosa en su biografía usted termina dándole más importancia al trabajar que al comer.
Pero el capitalismo ya pensó en eso y no va a permitir que usted se angustie: para eso creó la vianda o lonchera, ese ataúd contentivo de la “comida” que usted hizo a los coñazos la noche anterior o el fin de semana, y que, como a cualquier cadáver, la saca del congelador al crematorio (el horno microondas) y de ahí a la triste mesa dentro de la oficina, de donde no saldrá para evitar llegar tarde. ¿Y en la casa, qué? ¿Y mi arepita casera? Ahí tiene el tostiarepa, un artefacto diseñado para que ni siquiera tenga que tomarse el trabajo de acariciar la masa y de lubricar el budare.


Cierto que todos o casi todos terminamos aceptando y naturalizando este ritual inhumano y vejatorio; una sociedad que le da más importancia al trabajo que a la comida es una sociedad de esclavos. ¿Usted de verdad necesita esa forma de vida? No: la necesita la empresa, ministerio, fábrica o maquila donde le exprimen su fuerza de trabajo.


El resto del crimen

El crimen que nos despojó de nuestra cultura en formación tiene muchos rastros y señales; la clave gastronómica es apenas una de ellas. Así como los agroindustriales nos convencieron de que el conuco es prehistórico, cochino, chabacano e indigno, esas y otras hegemonías nos han inculcado el asco, el desprecio y el temor a las casas de barro (para vendernos cemento), a la caza y la pesca como cultura cinegética (para vendernos carne de vaca), a la posibilidad de hacer con nuestras manos lo que en capitalismo hacen los esclavos. Y así, nos enseñaron también a detestar nuestros olores corporales (oler a ser humano es oler a mierda: usa jabón y desodorante), nuestro color (tintes, maquillajes), nuestra forma de hablar (diccionarios, cursos y policías del lenguaje “correcto” como lo hablan y escriben los españoles), nuestra música.


Cuando Chávez propuso llenar las azoteas de los edificios de sembradíos y gallineros verticales la reacción generalizada fue de asco, risa y pena ajena, porque para unos seudocosmopolitas acostumbrados a la sifrina idea de que sólo se puede ser gente si se es profesional o intelectual, está bien el orden que divide a la humanidad en esclavos (pobres), amos (ricos) y parásitos (clase media). ¿Para qué enseñar a mi hijo a hacer casas si ya hay niños de su edad, hijos de esclavos albañiles, que se la harán en el futuro? ¿Para qué enseñarlo a sembrar si ya hay hijos de campesinos condenados a no saber hacer otra cosa sino regar unas plantas de las que no van a comer porque le pertenecen a la agroindustria? ¿Para qué enseñar a mis hijos a hacer una mesa o silla o casa si esas cosas ya las venden hechas, y de polietileno? ¿Para qué enseñarles a hacer zapatos o pantalones, si cuando sean profesionales van a poder ir a Zara? ¿Para qué enseñarles a tocar un cuatro o una bandola si por una módica suma aportada por el Estado puede aprender a tocar violín o corno francés, cosa que da más caché y es más currrrta que andar tocando tambores? De esto, y no de otra cosa, está hecha la afrenta del empresario bobo empresario (uno llama “bobos” a quienes nos someten y nos aplastan a nosotros los vivos, y de paso se enriquecen con ello, ustedes me entienden) que nos convenció de que la comida sólo es comida si se compra y se vende masivamente.