El trueque, una práctica de Buen Vivir
Susan Abad
Comunidades aliadas
"Yo me recuerdo cuando estaban mis papás, que subían
gente de lo caliente [zonas cálidas], que le llamábamos calentanos, y traían la
panela, el plátano, cambiábamos con papa, con repollo, con queso, en la vereda
de Ecuaré”, rememora para Noticias Aliadas Lucina Caldón, quien junto a su
marido y dos de sus siete hijos vive en el resguardo indígena Puracé y que a
sus 66 años es una de las más entusiastas participantes del trueque que cada
dos meses organiza la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez Zona Centro del
departamento suroccidental del Cauca.
La práctica —calificada por la abogada investigadora arhuaca
Belkis Izquierdo como “una estrategia económica propia y acción fundamentada en
el ejercicio colectivo que se convierte en un mecanismo de autosostenibilidad y
soberanía alimentaria”— fue reactivada por iniciativa de las comunidades en esa
zona sur de Colombia en el 2003, y fue fortalecida en el 2009 gracias a la
orientación de la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez Zona Centro y la ayuda
de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), dentro de su proyecto “Integración de ecosistemas y adaptación al cambio
Climático en el Macizo Colombiano”, desarrollado entre el 2008 y el 2010.
“Nuestra estructura está conformada por alrededor de 22,000
habitantes de 10 cabildos indígenas distribuidos en los municipios de Popayán,
Puracé y El Tambo. Tenemos los resguardos de Puracé, Kokonuco y Paletará,
Quintana, Poblazón, Julumito, Chapas, Alto del Rey y Guarapamba”, explica a
Noticias Aliadas Ricardo Manzano del pueblo Kokonuco y coordinador del trueque
en su población, a unos 30 km al sureste de Popayán, la capital departamental.
Y si bien al empezar, como cuenta Manzano, sólo 150 personas
intercambiaban productos, hoy son entre 600 y 1,500 indígenas que se reúnen
cada dos meses para esta actividad.
Mejor organización
El crecimiento de la participación ha originado una mejor
organización que se inicia con una proyección sobre el número aproximado de
personas que asistirán al evento, y el número de productos que se deben llevar
“para que haya equilibrio y que la comida se pueda redistribuir y a nadie le
falte o le sobre producto”, explica Caldón, también del pueblo Kokonuco.
“Por fortuna tenemos distintos pisos térmicos, desde los
3,800 m hasta los 1,000 m sobre el nivel del mar. Esto nos permite tener una
gran variedad de productos”, precisa Manzano.
Es así que los participantes de las zonas cálidas acuden con
panela, plátano verde y maduro, yuca, naranja, chontaduro y piña, productos muy
cotizados por los habitantes de climas fríos, que los cambian por papa,
cebolla, leche, quesos y fresas.
El proceso, además de recuperar una costumbre ancestral,
también permite a los indígenas tener un mejor nivel de vida, mantener sus
estructuras tradicionales, avanzar en los modelos de economía propia, así como
consumir alimentos que en muchos de los casos —y cada vez con más frecuencia—
son cultivados de manera orgánica, que fortalece el proceso de alimentación, y
por ende redundan en una mejor salud.
Con la producción agroecológica y orgánica, las comunidades
avanzan en las prácticas de cultivo amable con el medio ambiente, “respetando
la Madre Tierra como un concepto de todos los indígenas, que es la que nos
provee los alimentos”, afirma Manzano.
“Estamos protegiendo los nacimientos de agua. Ya la agüita
sale —no bien bastante—pero al menos no se han secado como en otros lugares”,
acota Caldón.
Además de ser un proceso político-administrativo, el trueque
también significa para estas comunidades un incremento en la producción. La
implementación de un calendario de cosechas les permite a los participantes
tener datos concretos sobre los productos que cultivan cada resguardo y cuáles
son las épocas o meses de mayor producción. Esto facilita la elaboración de un
cronograma de siembras y fijar las fechas para realizar los trueques.
Esta mejor organización e incremento de la producción
determina un importante aporte a la seguridad y soberanía alimentaria de estas
comunidades. Manzano explica que aparte de “la calidad, variedad de productos,
además que son sanos y frescos”, es importante el aporte de las mujeres en el
intercambio de formas de cocinar los productos y la participación de los niños
en los eventos, lo cual fortalece, desde la familia, la recuperación de la
alimentación, costumbres, tradiciones culturales y conocimientos propios.
Cuidado de las semillas
El trueque también ha generado —dentro de su dinámica— el
rescate de las semillas propias y su adaptación a diversos climas. “Antes había
buena papa, buen olluco y eso hubo un tiempo que se acabó, pero ya estamos
produciendo semillas sin veneno, semilla orgánica y eso también lo llevo y
cambio”, dice a Noticias Aliadas Mercedes Yace del resguardo Kokonuco. Ella, en
su papel de custodia de semillas y pies de cría —como llaman a los animales
para la reproducción— utiliza métodos de conservación, propagación y
distribución de las semillas de las que no sólo brotará alimento, sino “plantas
con las que se puede aplicar todo el conocimiento de nuestra medicina
tradicional”, asegura.
El intercambio de semillas permite la consecución de
alimentos de zonas diferentes y la reforestación con especies nativas,
convirtiéndose en otra experiencia positiva para el medio ambiente y una forma
de enfrentar los cambios climáticos.
El pasado 28 de febrero se realizó el trueque número 46 desde
que reiniciaron esta práctica en el 2003. Para Manzano el proceso se ha
sostenido en estos años “porque ha dado unos resultados a nivel político,
social, autonomía alimentaria y salud y un fortalecimiento al modelo de
economía propia y respuesta a los modelos alimentarios de globalización”.
Añade que se proyecta al futuro con propuestas como “cultivos
en invernadero escalonados, hacer barreras con árboles y aislar los ojos de
agua”. Asimismo, espera que esta práctica se lleve a otras comunidades,
campesinos, afrodescendientes e inclusive a sectores urbanos deprimidos.
“El trueque nos arraiga, nos une, nos organiza, nos
fortalece. Nos impulsa a producir, a recuperar las huertas tradicionales a
luchar por lo que nos pertenece. En los trueques se fortalecen los lazos de
amistad entre resguardos, se comparten conocimientos, formas de trabajo,
organización y lo más importante rescata nuestra propia cosmovisión y todo
nuestro legado ancestral”, afirma.
—Noticias Aliadas.
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