ÉPALE/MIRADAS
¡El renacer del trueque!
Ciudad
CCS
LA PRIMERA FORMA DE COMERCIO —¿DE
QUÉ? BUENO, YA SABEN, DE INTERCAMBIO DE UNA COSA POR OTRA, ESO QUE HOY LLAMAMOS
“COMPRA-VENTA”— CONSISTIÓ EN CANJEAR “PRODUCTOS” MANO A MANO: LO QUE UNO TENÍA
Y NO NECESITABA SE CAMBIABA POR LO QUE OTRO TENÍA Y LE SOBRABA. ¡FACILITO!,
¿NO? HASTA QUE APARECIÓ EL DINERO Y SE JODIÓ LA VAINA
24/11/13.- ¡CUANDO
ÉRAMOS FELICES Y NO LO SABÍAMOS!
La tendencia
de los seres humanos a compartir forma parte de nuestra naturaleza y, por ende,
ha estado presente desde el inicio de los tiempos. Con la llegada de la
agricultura las personas empezaron a producir alimentos y a tener “excedentes”,
es decir, esa parte de la cosecha que no necesitaban consumir. Y si no la
necesitaban, ¿por qué no cambiarla por otra cosa? Imagínense, ir por la vida
dando y recibiendo sin posteriores deudas, sin desconfianza, sin amargura.
Bueno, esa es la historia del trueque. ¿Muy bonita para ser verdad?
Uno de los
impulsores de la Red de Trueque de Venezuela, Juan Esteban López, nos amplía el
cuento: “El trueque era una práctica cotidiana, no solo entre las comunidades
campesinas y pescadoras sino también entre las indígenas. Hay antropólogos que
hablan de ‘sistemas extensos de intercambio’, porque se comprobó que existían
redes que abarcaban desde las Antillas y el mar Caribe hasta la selva
amazónica, pasando por los Llanos y los Andes. Hay un libro que se llama
Noticias de caciques muy mayores que demuestra que las relaciones entre
nuestras culturas no eran de guerra, invasión y hostilidad, sino de solidaridad
y reciprocidad. Eso permitió el intercambio de recursos, plantas y tecnologías
que hicieron que nuestras comunidades tuvieran unos niveles de soberanía
alimentaria y conocimientos medicinales, botánicos y técnicos superiores a los
actuales”.
Entonces,
¿qué pasó? Con el tiempo, de una u otra forma, el trueque implicó el comienzo
del concepto “precio” y surgió la duda: ¿cuál será el número exacto de gallinas
que debo dar para obtener una vaca? Bueno, las que necesite el otro. ¿No? Y si
yo no quiero la vaca completa, pues vamos a compartirla entre varios, ¿cierto?
¡Ah!, pero el miedo inherente a cada uno de nosotros respondió con un rotundo
“¡no!”.
Para resolver
ese “problema” las comunidades buscaron un “producto de referencia” sobre el
cual establecer los valores de los demás. ¡Ujúm!, una especie de “moneda”.
SIN
CARA NI SELLO
Esas monedas
funcionaban como un elemento que medía y facilitaba los intercambios. En
realidad, seguía siendo un trueque, pero ahora con un instrumento de medición.
Por ejemplo: ¿qué tienen en común las plumas, las conchas marinas, las semillas
de cacao, los metales, el ganado y la sal? Bueno, todos, en su momento, fueron
usados como monedas. La sal era una de las más cotizadas porque permitía
conservar los alimentos y de ahí viene el fulano “salario”, mejor conocido como
“quince y último”.
Como ustedes
ven, eran muchos y muy diversos los elementos que nuestros pueblos usaban como
monedas, pero todos tenían algo en común: siempre (se lee siempre) eran tomados
de la naturaleza y servían para cubrir necesidades reales. Hasta que un día los
bancos emitieron las monedas y los billetes oficiales equivalentes a cantidades
específicas de oro. Luego de la Segunda Guerra Mundial todos los billetes se
podían convertir únicamente en dólares estadounidenses, y solo los dólares se
podían convertir en oro. Y, así sucesivamente, continuaron jodiéndonos. Pero se
les olvidó un detallito.
TODO
TIENE SU CAÍDA
El detallito
es que, desde 1973 hasta nuestros días, el dinero que usamos solo tiene su
valor en la creencia subjetiva de que será aceptado por los demás habitantes
porque, bueno, vale, nadie le va a rebotar su billete de Bs. 100 en el
supermercado de la esquina a menos que sean ilegales, ¿no? Entonces, los
sistemas de trueque contemporáneos hicieron su jugada magistral. ¿Cómo es eso?
Bueno, además del intercambio de productos por acuerdos entre las partes,
también crearon las “monedas comunales”, que son unos papelitos chiquitos,
cuadrados, coloridos, con nombres y dibujos que refieren a nuestra verdadera
historia.
Por ejemplo,
el primer sistema de trueque contemporáneo de Venezuela fue constituido durante
el mes de junio del año 2007 en Urachiche, estado Yaracuy, y su moneda comunal
es la “Lionza” en honor a nuestra diosa María Lionza, la reina de las cuarenta
legiones. Meses después surgió en el estado Falcón nuestro segundo sistema de
trueque, llamado Confederación de Consejos Comunales José Leonardo Chirino, con
la moneda “Zambo”, para conmemorar a ese hijo de indígena libre con negro
esclavo que lideró una insurrección por la libertad. En este sentido, los
habitantes del estado Miranda también decidieron rendirle homenaje a sus negros
a través de la moneda “Cimarrón”, que rige el sistema de Barlovento. Mientras
que el sistema Kikire de los Valles del Tuy funciona con el “Zamorano”, que nos
recuerda al general de pueblo Ezequiel Zamora.
“TIERRAS Y
HOMBRES LIBRES”
Entonces,
¿qué necesitamos ahora? Bueno, cambiar nuestra estructura mental y potenciar la
idea de usar algo distinto al dinero tradicional, por ejemplo, las monedas
comunales. 3, 2, 1 y varios escupirán su “debe ser que si yo junto mil
papelitos y voy al concesionario me van a dar un carro”. Bueno, ¿le advertí o
no le advertí que lo primero era cambiar nuestra estructura mental?
“El sistema
monetario actual es dominado a su antojo por las corporaciones financieras. Han
logrado que el dinero sea escaso, atesorable y que su posesión genere
porcentajes de interés. Esto nos ha hecho entrar en una lógica perversa, donde
cada quien intenta salvarse sin importar que explote la codicia, la
competencia, la especulación o el lucro personal. Nosotros debemos crear nuevos
acuerdos basados en la solidaridad y la ayuda mutua a través de la economía del
don (el dar, el regalar) o de una economía justa (el trueque)”, explica Juan
Esteban, poco antes de adentrarnos en las experiencias que se viven en nuestra
tierra, la bolivariana.
¡EL
DESTINO!
Nuestro
Libertador decía que la unidad de nuestros pueblos era un inexorable decreto
del destino y algunos nos hemos aferrado a esta creencia. Por eso, en el año
2006 Juan Esteban, junto a otros dos compañeros de la Patria Grande (Pablo
Mayayo y Daniel Jaramillo), se vinieron desde Colombia para asesorar a nuestro
entonces Ministerio de Economía Popular en la conformación de los sistemas de
trueque en Venezuela. “En ese entonces hicimos algunos procesos de formación en
La Vega (Caracas), así como en Aragua, Carabobo y Nueva Esparta. Estos procesos
se suspendieron por toda la dinámica de las elecciones presidenciales de diciembre.
Finalmente se constituyeron tres sistemas de trueque en 2007, siete en el
primer semestre de 2008 y, después, nos juntamos para crear la Red Nacional de
Sistemas de Trueque el 4 de octubre del año 2008. En ese momento éramos 10
sistemas. En la actualidad, ya hay entre 15 y 20 sistemas de trueque
constituidos y en proceso, algunos, incluso, por fuera de nuestra Red”, nos
explica Juan.
¿Entre 15 y
20? Sí, sí, no solamente Yaracuy, Falcón y Miranda decidieron meterle el pecho
al asunto, también en Trujillo se conformó el sistema de Boconó con su moneda
comunal, el “Momoy”, ese pequeño hombrecito que, apoyado en su bastón, va
cuidando nuestras lagunas y ríos. Cerca de Trujillo nace el sistema de trueque
merideño que vuela con su moneda el “Cóndor”. Por su parte, Nueva Esparta
impulsó el sistema de Paraguachoa y su moneda el “Guaiquerí”, como solían
llamarse los habitantes originarios de la isla de Margarita. Mientras en Lara
se unieron las localidades de Sanare, Quíbor y El Tocuyo al son de la moneda el
“Tamunangue”.
¡Y
LO IMPOSIBLE LLEGÓ!
¿Y Caracas?
Sabemos que las ciudades funcionan bajo la lógica del consumo y no de la
producción, pero a veces “la vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida”.
“En Caracas se hicieron algunos procesos de formación en el año 2010 con apoyo
de la Dirección de Desarrollo Económico de la Alcaldía y Fundarte. En ese
entonces algunas comunidades se sumaron al Gran Megatrueque Nacional,
organizado por la Red Nacional de Sistemas de Trueque. Sin embargo, nuestro
Colectivo Trueque Caracas nació formalmente en diciembre de 2011 con un evento
en el Ateneo Popular de Los Chaguaramos. Luego, en el año 2012 se hicieron
otros cuatro mercados ahí, en Caricuao y en el Museo Alejandro Otero”, agrega
un Juan que parece creer en la capacidad de producir de los citadinos.
¿Producir?
Sí, el trueque le planteó a los caraqueños el reto de que el producto a
intercambiar fuese realizado por nuestras propias manos. Vaya susto para
quienes creen, erróneamente, que no son capaces de hacer nada más allá de
aquello que les impuso la academia. ¿No?
“Con el
Colectivo Trueque Caracas queremos empezar a producir de verdad y a
intercambiar bienes hechos por nosotros(as) mismos(as). Es una forma de superar
esa tendencia que tiene la gente de llevar a los trueques solo ropa usada,
libros, música o alguna película vieja porque, además, para eso existen
espacios como los ‘trueques vintage’ o los ‘mercados de las pulgas’. Acá, más
bien, se busca empezar la construcción real de una economía alternativa que sirva,
que nos permita consumir bienes y servicios cotidianos, pero dentro de una
perspectiva más humana. Incluso, pensamos que esa producción debe tener ciertos
parámetros como, por ejemplo, impulsar la producción de alimentos desde una
perspectiva agroecológica y, si son procesados, pues hacerlos con insumos
sanos, así como fomentar la reducción, reúso y reciclaje de desechos orgánicos
y no orgánicos. Y bueno, para quienes quieran asumir el reto, el Colectivo
Trueque Caracas también realiza ‘festivales de ideas productivas’ donde se
dictan talleres para aprender a producir artesanías y bolsos con material
reciclado, huertos, granola, masa de maíz para arepas, jabones y demás”,
concluye.
¿LO
ASUMES?
¡No, no es
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